lunes

Rara avis

Fauna y flora de un trabajo cualquiera: especímenes que te puedes encontrar en cualquier parte del mundo.

Los inteligentes y los que se creen muy listos.

Los brillantes y los mediocres (estos últimos tienden a canalizar su energía en sabotear a los que brillan, pero aún así serían incapaces de destacar aunque llevasen el Faro de Alejandría encima de sus cabezas).

Los que no hablan ni aún cuando les preguntan y los que desearías que se quedasen mudos.

Los que de todo saben pero luego nada hacen.

Los que tienen complejos a toneladas y aún así se permiten el lujo de mirarte por encima del hombro.

Los que van disfrazados de fantasma y no sólo en Halloween.

Los que se hacen los tontos de tal manera que llegas a dudar si realmente sufren de algún tipo de patología.

Los bipolares: capaces de lo mejor y lo peor en un intervalo de cinco minutos.

Los ineptos que meten la pata una y otra vez y no hacen otra cosa más que promocionar año tras año.

Tu jefe/a, al que le das seis vueltas y media en conocimientos y saber estar y cobra diez veces más que tú por hacer una milésima parte de lo que tu haces.

Los seguidores de Judas (para pertenecer a este grupo has tenido que superar con buena nota el master en lanzamiento de puñales por la espalda).

Los que aún te preguntas cómo fueron capaces siquiera de rellenar sus datos personales en los tests psicotécnicos previos a la entrevista personal.

Los generosos que te enseñan y ayudan cuando lo necesitas (especie en grave peligro de extinción).


Los que confunden el verbo delegar con escaquear.

Los que se piensan que por ser serios y antipáticos van a ser más respetados y en vez de eso se convierten en los más odiados.

Los que se automedican y almacenan en su cajón más droga que en toda Ciudad Juárez.

Los que intentan calmar su ansiedad con comida y se tragan hasta las gomas porque saben a nata.

Los que creen que “empatía” es una marca de perfume.