lunes

Ese aireeeeeeeeeeeee

Me paso todo el invierno mirando con ojos golosones la ropa de verano que tengo perfectamente plegada y guardada en el armario, estoy deseando que llegue el momento de ponérmela porque ya estoy más que jartita de las nieblas, los fríos y las escarchas en general.

Un día te levantas por la mañana y ¡zas! explosión de luz y color: ha llegado el verano: Yuhuuuuu

Te las prometes muy felices, pero……. ¿quién te ha dicho que vas a poder ponerte todos los modelitos tan ideales que tienes? Desengáñate, eso es sólo un oasis en el desierto.

Sales de tu casa con ese vestido lila de tirantes estilo princesa-bailarina de ballet que te compraste la temporada pasada y casi no pudiste estrenar: ERRORRRRR

Coges el autobús toda ingenua para ir a trabajar y………… en vez de subir a un bus parece que has cambiado de estratosfera.

Aún no has sacado la tarjeta y ya tienes la punta de los dedos de la mano azules, mientras empiezas a sentir los primeros síntomas de hipotermia, así que como tienes media hora de viaje, sacas de tu bolso (Mary Poppins a tu lado era una becaria) la chaquetita de punto que compraste en todos los colores (gracias Amancio por inventarte Zara: no puedes hacerte una idea de lo felices que nos haces cada día) y la pashmina y ¡hala! ese ya será tu uniforme para todo el día aunque en la calle haya 35ºC y esté cayendo la del pulpo y el calamar juntos.

Llegas al trabajo y de nuevo te da la sensación de entrar en otro hemisferio, te sientes más congelada que Rodolfo Valentino El Langostino y son sólo las 8:30 de la mañana: socorrocooooooo. Así que sólo puedes pensar en los calcetines gordos que tienes en casa y que deberías haberte puesto en vez de esas sandalias planas con brillantitos tan monas que te regaló tu hermana.

Intentas tantear a tus compis para negociar una temperatura más equilibrada pero se te ríen en la cara y te miran como si estuvieras loca.

¿Cómo pueden hablar de sofocos femeninos cuando ellos siempre tienen más calor que tú, tururú?: Menudo falso mito.

Así que nada, te resignas y sólo esperas a que algún alma caritativa llame a la puerta para así con esa excusa salir a abrir y de paso sentir un poco de calor y dejar de pensar que estás encerrado en vida en la morgue (no veáis lo contenta que me pongo cuando el que llama es el cartero y trae alguna carta certificada, casi lloro de la emoción porque eso implica 5 minutos extra bajo el sol abrasador mientras le relleno la cartulina rosa).

No te digo más si luego tienes que pasar por el súper antes de ir a casa.
Cuando entras y ves a la cajera con el chaleco acolchado azul marino (que no lleva ni en invierno) ya puedes echarte a temblar. Haces la compra en cero coma segundos con una constante piel de pollo en todo tu cuerpo serrano y pasas cuatro pueblos y dos barrios rurales de los pasillos de los congelados y yogures (eso ya lo comprarás otro día que lleves jersey de lana de cuello vuelto).

Así que desde aquí me gustaría hacer un llamamiento desesperado:

“En verano quiero pasar calor, quiero quejarme de que el bochorno me impide respirar y que cuando me abanique el aire que reciba sea tan sofocante como el del desierto de los Monegros.

Si me queréis: irsen a las montañas nevadas del Kilimanjaro y dejad de dar por el rasca con el aire condenado."

Gracias mil

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues imaginate si..., como eres una mindundi en el curro, tienes que dejar el coche aparcado al sol....sales de estar en la oficina a 17ºC y te metes dentro del coche que está a 47ºC. Lo que menos te puede pasar es que cojas el sarampión, oyes.